Fe

Hoy me he despertado con una palabra en la cabeza: Fe

 Según la Real Academia de la Lengua, la primera definición de fe es “Conjunto de creencias de una religión”, pero las palabras que daban vueltas en mi cabeza tienen más bien que ver con otra definición bastante más abajo de la lista: Seguridad, aseveración de que algo es cierto.

Hoy me he levantado de la cama con ganas de creer, con ganas de sentir que tú  y yo podemos ser “ algo cierto”. Que el final de nuestra historia todavía no está escrito. Que el amor puede renacer de sus cenizas.

 

Desde que nos conocemos te he hablado de que creo en las casualidades, señales y demás formas extrañas que el universo tiene de mostrarnos un camino.Y es porque lo creo, lo  creo de verdad. Milan Kundera en su famosa novela  "La insoportable levedad del ser "escribió este precioso pasaje  que siempre me ha encantado:

 

“Cuando Tomás regresó de Zurich a Praga, le invadió una sensación de malestar al pensar que su encuentro con Teresa había sido producido por seis casualidades improbables.

Pero ¿un acontecimiento no es tanto más significativo y privilegiado cuantas más casualidades sean necesarias para producirlo?

Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla. Tratamos de leer en ella como leen las gitanas las figuras formadas por el poso del café en el fondo de la taza”

 

Goethe, Rilke, Stendhal, Homero, Virgilio, Cervantes, Santa Teresa de Ávila  escribieron que los seres humanos somos criaturas sedientas de historias. A lo que yo añadiría que los seres humanos somos criaturas sedientas de historias con finales felices. Historias de fe en algo, o en alguien.

  

Por eso, ahora querido ahora casi desconocido, por mi fe en que tú y yo todavía somos una bonita casualidad, llevo puesta todos los días una medalla de San Judas Tadeo, patrón de los imposibles y las causas perdidas.Ya ves, voy con todo. Con todo, y con FE.

 

Lo que hayas amado quedará, solo cenizas el resto.(San Agustín de Hipona)