Recuerdo perfectamente la ropa que llevaba la noche en la que me empecé a enamorar de él. No recuerdo la película que vimos unos días más tarde en el cine, o si eran las siete o las ocho de la tarde, pero hoy, muchos años más tarde, soy capaz de describir de los pies a la cabeza cómo iba vestida esa noche de comienzos del otoño que iba a cambiarlo todo.
Esos días, la ropa que llevabas, qué sentías, qué pensabas. Todo va unido.
Buceo en mi máquina del tiempo. Vuelvo atrás, me veo corriendo por los pasillos de ICADE.Falda roja, camisa Oxford de Burberry, bolso de Carolina Herrera, bailarinas. Cómo fuiste vestida, día tras día en momentos claves de tu formación como persona, te marca.
La ropa define nuestra personalidad, deja intuir nuestros estados de ánimo, nos predispone. En mi caso, anuncia etapas.Los grandes artistas y pintores tienen ciclos creativos. Picasso y su etapa azul, Gauguin y Tahití. En mi caso las etapas son estilísticas:
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No me importa la moda, la ropa ni nada por el estilo. Llevo ropa poco femenina, me da lo mismo. Chubasquero amarillo.
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ICADE, zapatos de puntas imposibles y mucha niña mona. ¡Ay hija tienes que arreglarte más! Sacarte más partido. Peinarte. Bueno, vale, voy a comprarme más ropa.
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La etapa de la minifalda roja, y la minifalda vaquera, y la minifalda blanca. ¿Qué es esto de llevar pantalones?Nunca más sin perlas.
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Empiezas a trabajar, camisas y vestidos para ir la oficina.El negro entra en tu armario.Massimo Dutti. Tacones, quieres ser “ seria”.
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Te mudas al sur de California, todo es informal pero tu te resistes a llevar chanclas de dedo. Al fin y al cabo, tu prenda favorita es la gabardina pero vives en unos eternos 28 grados. Benditas contradicciones. Forever 21.
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Ropa informal porque trabajas en una tecnológica donde puedes ir a trabajar en pijama. Uniforme de guerra: Camisas con collares muy llamativos. Y empiezas a coleccionar bolsos.
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Londres y las gabardinas. Y los abrigos. Y sigues coleccionando bolsos.Y cazadoras de cuero.Gucci.
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Nueva York. La vida es algo gris aunque estas rodeada de luces, y de ruido, y de gente. Decides que a partir de ahora, quieres más color, más vestidos largos. Más rosa, más verde, más amarillo.Con Converse.
Creo que todos tenemos esa prenda que es fetiche para nosotros, que nos acompaña, en el espacio y en el tiempo. Recordamos cómo íbamos vestidos en momentos importantes de nuestra vida, planeamos nuestros estilismos para citas, viajes, reuniones. Aunque luego los verdaderos puntos de inflexión puedan ocurrir en esquinas poco iluminadas de Madrid o en llamadas de madrugada para tirar abajo nuestros “para nunca” y nuestros “para siempre''.
Yo sería menos yo sin ese chubasquero amarillo, sin esa minifalda verde, sin esas camisas cerradas hasta el último botón con un collar enorme. Yo sería menos yo sin pendientes de perlas, sin reloj en mi muñeca, sin mi colección de bailarinas, sin mi perfume de Issey Miyake.
Yo sería menos yo sin atreverme a llevar múltiples colores, gafas de sol rojas, pantalones desgastados, abrigos bonitos.
Pienso en lo que llevaré el día en el que volvamos a encontrarnos. Tú vendrás con tu media sonrisa. Quizás con tu caminar pausado. O quizás estarás esperándome en algún anodino punto de encuentro al que yo llegaré tarde, y nerviosa. Y para camuflar mi nerviosismo hablaré sin parar, y me costará mirarte a los ojos.Y nos rozaremos, pero evitaremos tocarnos. O quizás, el día en que volvamos a encontrarnos, sólo me abrazaré a ti como un koala a su árbol de eucalipto y no te volveré a dejar ir. Nunca. Pero si hay algo que tengo claro. El día que volvamos a encontrarnos, llevaré un kimono.
M